miércoles, 15 de octubre de 2014

Capítulo VI

Jaime Holcombe

Como pocos, Jaime Holcombe sabe lo que hace con su voz. Moondance y Mustang Sally son, cuando las canta Holcombe, obeliscos de cristal cortado que se levantan en una tierra plana cuyos habitantes creen que la laringitis, la hipertrofia de los cornetes, la hemangioma nasofaringea, la desviación septal o la sinusitis etmoidal son suficientes para cantar blues. No, no y no: hace falta la fuerza de tipos como Jaime, que reúne en su garganta todos esos atributos y los explota mientras pela los ojos de su timidez.

Homenaje personal a Holcombe: a veces, cuando escuchaba a Jaime, movía yo mi vaso de whisky para aplaudir con mis hielos a mitad de la canción.


Jaime tocó por última vez como miembro de Las Señoritas el viernes 15 de junio de 2007.

Iván Lombardo

Iván se fue de las Señoritas y luego, el 16 de abril de 2008, a las 4 de la tarde, se fue de todo. Ya me voy, antes de que me vayan, me decía Iván al despedirse, siempre sin dejar de sonreír.

¿Cuándo fue la última vez que tuve la oportunidad de abrazar a Iván y conversar con él? Sé el lugar (Ruta 61). Trato de imaginar con la memoria ese momento. Aparece la sonrisa del armonicista.


Iván y yo no fuimos amigos íntimos, pero siempre hubo en nuestros encuentros pruebas de simpatía y admiración mutuas, adobadas con apacibles conversaciones sobre música y literatura. Más que muchos de nosotros, él fue un melómano ecléctico, así que cuando me tocaba abrazarlo -o intentar abrazarlo en su voluminosa delicia- reconocía en su apretón cariñoso -absolutamente cierto, absolutamente sincero- cuál era mi porvenir inmediato: enterarme de una nueva producción discográfica o de un libro recién editado.

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